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domingo, 9 de septiembre de 2012

Capítulo 5- Atrapados entre dos paredes

—¡Pronto, Naty, aquí está! —exclamó Gaby, deteniendo su trote. Venía corriendo a una increíble velocidad y sus ojos estaban inyectados en sangre, debido al miedo y a los nervios. La aludida tardaba en llegar ya que no era tan veloz como su amiga, pero en cuestión de segundos estaba al lado de ella.
Se encontraban en el prado donde Kegan había comido las flores silvestres y donde, según él, había estado un oscuro merodeando con Theodore. Era imposible, realmente, los oscuros son criaturas creadas por la Madre Naturaleza que tuvieron tendencias malignas, pero que por lo general atacan a los seres humanos... ultimamente estaban atacando a todos los seres vivos con los que se encontraban a su paso, sin saber la razón.
En ese momento se habían detenido ya que encontraron, recostado sobre unas flores rosadas, el cuerpo de Theodore. Se lo veía en perfecto estado, sin una sola herida en su cuerpo, y respiraba normalmente. Sus orejas estaban en estado de alerta, escuchando todo lo que ocurría a su alrededor, velando por el lobo mientras este dormía plácidamente.
—Está vivo —notó Naty, mirando confundida a su amiga— puffff... seguro que el estúpido de Kegan comió algo con esas flores y le hizo ver alucinaciones...
—Yo creo en tu hermano, —lo defendió Gaby— además nunca mentiría con algo como esto, sabe que toda la manada está amenazada por la presencia de oscuros... hacer una broma de esta magnitud sería algo de mal gusto...
—Nunca dije que hiciera una broma, a lo mejor las flores sí que le hicieron mal...
—Acércate a Theodore y compruébalo... quizás no está herido por fuera pero sí por dentro...
—¡No! ¿Por qué tengo que hacerlo yo?
—Tú eres la que duda
—Pe-pero... ¡si me acerco le arrancaré las orejas con mis propios dientes! ¡Merezco una venganza!
—Hazlo, pero primero fíjate si está mal herido... anda...
—Pufffff... de acuerdo...
Naty se puso en cuclillas y se acercó al cuerpo de Theodore. Así dormido parecía un cachorro tierno que soñaba con una gran porción de un jugoso venado; aunque las muchachas, ya conociendo el carácter sádico y cruel del lobo, no pudieron evitar un estremecimiento.
La loba gris apoyó su mano sobre el pecho del lobo en busca del latido de su corazón. En ese mismo instante, él despertó y, aferrándola con fuerza, la tiró al suelo y se abalanzó sobre ella.
—¡Naty! —chilló Gaby, lanzándose a defender a su amiga. Quiso empujarlo y alejarlo de ella, pero su velocidad era aún mayor que el de la loba marrón y le asestó un fuerte golpe en la zona frontal de la cabeza. No llegó a desmayarla, pero era lo suficiente como para dejarla inmovilizada unos segundos.
—Vaya, conque su intención era cobrarme una venganza mientras trato de dormir... saben que no puedo dormir en las noches debido a mis visiones y se les ocurre atacarme cuando más indefenso estoy... —murmuró mientras una sonrisa siniestra afloraba lentamente en sus labios— pues bien, sepan que nunca descanso por completo y que jamás podrán derrotarme, sobre todo tú —agregó mordiendo suavemente la nariz de Naty— patética cachorrita...
Es casi imposible describir la ira que sentía la loba gris en esos momentos. En su mente sólo habían pensamientos oscuros y macabros que debía aplicar en aquel maldito lobo que la torturaba y se burlaba de ella, pero no podía ni modular una sola palabra. Él estaba sentado sobre su estómago y la muchacha sentía que le faltaba el aire.
—No era nuestra intención vengarnos —explicó Gaby, una vez que logró recuperarse— es que el hermano pequeño de Naty dijo que te había visto por aquí con un oscuro y vinimos a ver... ella sólo quería saber si aún vivías...
—¿Yo? ¿Con un oscuro? —rió Theodore, clavando su mirada sobre la loba que trataba de librarse y que, debido a su peso, no podía ni siquiera moverse— era de esperarse que tú no podrías vengarte de mi... no puedo creer que sean tan patéticas de escuchar las palabras de un niño... —se burló, levantándose y marchándose— chicas, les recomiendo que se alejen de mi... son demasiado débiles... además —agregó, mirando de reojo a Naty con perversidad— ya he probado tu sangre, cachorrita, y sabes tan bien como un venado... no me gustaría tener que cazarte y devorarte...

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Continuará...~
Si, me gustan este tipo de finales porque son así como geniales... (?

domingo, 22 de julio de 2012

Capítulo 4 - Cuestión de territorio

—Y ahí están... —indicó Gaby, como si estuviera demostrándole a alguien un monumento histórico.
—¿Por qué harán tantos como esas cosas? —preguntó Naty— si ellos tienen gran parte del planeta, pronto ocuparán nuestro propio territorio... bah, ya lo están haciendo...
—Ellos se reproducen en masa, pero según Melliart no se aparean en cierta época de su ciclo vital como podemos hacer nosotros... —explicó Gaby— ya cuando sus hembras se encuentran en celo (e incluso antes de esa instancia) ocurre la etapa de apareamiento.
—¿Acaso esa es su táctica? —cuestionó la loba grisácea, para sí misma y para su propia amiga— ¿Reproducirse en masa para poder destruirnos?
—Según Melliart más de la mitad de los impuros sufren y mueren —aclaró su amiga, pero luego bufó y masculló— aunque tampoco hay que tener tanta confianza a lo que puede decir Melliart, ya es un lobo anciano y últimamente tiene pocos momentos de lucidez...
En ese momento, tanto Gaby como Naty estaban en los límites del valle, apreciando con melancolía los enormes edificios que se alzaban a varios kilómetros de distancia. Para ellos, simples lobos, se trataban de enormes toneladas de basuras que apilaban y que utilizaban para vivir en ellas, como si fuesen ratas.
Si acaso el lector aún no se ha dado cuenta, déjeme aclararle: los impuros son los mismísimos seres humanos. Poco a poco iban invadiendo el territorio de los pobres lobos y cazaban a los animales que ellos utilizaban para alimentarse.
Melliart es un antiguo lobo de la tribu Hayerwall que se integró a la tribu Gilthania hacia ya 20 años. Fue muy bienvenido porque esa manada es conocida por su gran sabiduría y su eterno lazo de amistad y fraternidad con la Madre Naturaleza. Sabe muchas cosas sobre los impuros, aunque ya tiene sus años muy bien cumplidos y sufre pérdida de memoria. Todos saben que muy pronto su ciclo vital terminará y que se despedirán de su presencia física para siempre.
—¡Naty, Naty, Naty! —exclamó una voz infantil a lo lejos.
—¿Eh? —murmuró la aludida, dándose vuelta y reconociendo la figura que se acercaba rápidamente hacia ella— ah, Kegan... ahí estás...
—El pequeño lobo —murmuró sarcásticamente Gaby.
Ese sarcasmo no fue aplicado con odio, ya que Kegan era varios años menor que su hermana Naty, pero ya había superado su altura y su contextura física. Él tenía las orejas y la cola del mismo color que su hermana, pero poseía unos enormes ojos dorados que brillaban como los de un felino acechante.
—¡Naty! —exclamó finalmente, dando un salto y trepando sobre la aludida.
—¡Bájate, estas muy pesado! —respondió Naty, sacudiéndose para quitárselo de encima.
—Guau, esta tormenta si que ha sido grande... —anunció Kegan, liberando a su hermana.
—Si, muy grande —coincidió ella. En ese momento, se acercó a él y olisqueó su aliento— humm, ¿acaso has vuelto a comer flores silvestres?
—¡No, claro que no! —retrocedió— ¡No he estado comiendo nada!
—Oye, Kegan... quítate esa manía de encima —advirtió Gaby sonriendo— pues esas flores pueden tener insectos o algo malo...
—¡Estoy hambriento y ellas saben muy bien!
—Ahá, lo admites —atajó la loba marrón.
—¡Es que tengo mucho hambre! —exclamó él a la defensiva.
—Te alimentan los guerreros de la manada, quisiera ver que te murieras de hambre como lo hacemos nosotras ahora... —repuso Naty, enfadada.
—Es que lo guerreros partieron, al parecer hay una nueva alarma sobre la presencia de oscuros cerca de los límites del valle —anunció Kegan, cruzándose de brazos y haciéndole una mueca a su hermana.
—¿Oscuros? —preguntó Gaby— pero... ¿se han ido todos los guerreros?
—Todos ellos —afirmó el niño.
—Esto empeora cada vez más... 
—Concuerdo contigo, Naty —dijo Gaby.
—Si, hay muchos oscuros... —continuó diciendo Kegan— hasta... hasta creo que vi uno en el campo de flores de donde venía...
—¿¡QUÉ!? —exclamaron las dos muchachas al mismo tiempo— ¿¡ESTUVO UN OSCURO TAN CERCA DE TI!?
—Pe-pero... a mí no me vio... —se defendió el chico— estuvo con alguien más... eso me sorprendió porque el oscuro no le atacó ni nada...
—¿Y qué le hizo? —preguntó Naty, nerviosamente. De la nada, sus glándulas habían producido adrenalina y se sentía igual que si estuviera corriendo por su vida. Su pecho subía y bajaba rápidamente y sus manos temblaban. Gaby conservaba un poco la calma, aunque se podía ver lo tensas que estaban sus piernas, como si estuviera a punto de correr a toda velocidad.
—No sé, yo me fui de ahí, pero creí ver de quién se trataba... creo... que era Theodore...
—¿¡THEODORE!?

domingo, 1 de julio de 2012

Capítulo 3- Desorden

—Hermanos, a pesar de su silencio y respeto, sé que están preocupados porque la tormenta anual de Gilthan se ha atrasado con respecto a otras ocasiones; pero sepan que averiguaremos todo lo que podamos acerca del asunto que, como creemos, tiene relación con la escasez de especies para alimentarnos... pero como ya saben, haremos de todo por ayudar a nuestra amada Madre Naturaleza si es que está pasando por un mal momento, como ya varios de ustedes debe suponer...
El que había hablado se detuvo para contemplar los semblantes de todos los lobos que lo observaban. Veía las dudas, el temor, la confusión y la preocupación grabados en sus expresiones, y sólo pudo bufar.
Se trataba de un gran lobo de orejas y cola tan oscuras como los densos nubarrones que habían quedado después de la tormenta y que ahora se disolvían en el cielo. Su rostro era serio y frío, pero sus ojos expresaban amabilidad y sabiduría, lo que lo hacía alguien confiable... bueno, casi confiable.
Él era el líder de la manada y, junto con otros cuatro individuos, formaban el Consejo de Lobos de Gilthania, la segunda tribu más poblada. Había sólo cinco manadas en todo el mundo: Asrah, Rodgel, Tarmd, Hayerwall y Gilthania; luego las explicaré con detenimiento, pero ahora continuemos.
El consejo estaba formado para decidir el porvenir de la tribu, las acciones que debían efectuar en caso de invasión o guerra y cómo sobrellevar la actual escasez de alimentos. Solamente los lobos más sabios o los guerreros más fuertes formaban parte de este exclusivo consejo, ya que necesitaban diferentes puntos de vista para poder tomar una decisión firme y concreta.
Justo a la derecha de el gran líder se encontraban aquellos lobos, pero detrás de ellos, observando todo con desinterés y cansancio, se encontraba Theodore quien jugueteaba discretamente con sus dedos, fingiendo prestar atención a lo que su padre estaba diciendo.
—Gran Zacheran, ¿acaso nuestros compañeros de otras tierras sufren las mismas consecuencias? —preguntó un lobo con voz trémula. Había hecho una profunda reverencia antes de hablar, ya que esa era la única manera de poder anteponer las palabras de un lobo con las del gran líder.
El rostro de Zacheran se endureció. Realmente le molestaba aquella falta de confianza que tenían los individuos de la manada... es cierto que falta comida, pero eso no significa que la Madre Naturaleza estuviera resentida con ellos.
—Entiendo que sean tiempos difíciles donde escasea la comida y donde todos sabemos que los impuros están extendiéndose cada vez más —respondió el gran lobo, dando un suspìro de impaciencia, pero para superar aquellas adversidades, deben confiar en nosotros, en este consejo formado por individuos que, como ustedes, pelean por sobrevivir y por volver a los "ciclos dorados"...
Los ciclos dorados fue una época donde la luna se asomaba de entre las nubes con un color amarillento. En todo ese tiempo en que estuvo en ese color, hubo prosperidad en Gilthania, los indices de natalidad subieron y los impuros se mantenían en su territorio, sin expandirse. Claro que esos fueron otros tiempos, y ahora deben pelear por recuperarlos.
Gaby bajó la cabeza y dejó escapar un suspiro de sus labios. Odiaba aquellas reuniones de emergencia porque siempre significaba que algo malo pasaba, y al parecer se estaba volviendo rutina que pasen cosas malas. Naty sólo necesitó observarla para darse cuenta de que ambas pensaban en lo mismo y, a modo de consuelo, le golpeó suavemente en el hombro y susurró en su oído:
—Tranquila, si escasea la comida, todavía podemos atacar a Theodore y alimentarnos de su carne... después de todo, merezco una venganza...
Gaby rió entre dientes y observó al aludido, quien dejó de jugar con sus dedos para poder jugar con sus orejas, las cuales movía hacia arriba y hacia abajo a una gran velocidad.
En ese momento, los ojos claros del lobo se posaron sobre aquellas dos y una sonrisa perversa afloró en su rostro con lentitud, causando un gran escalofrío a Naty. Ambas sabían que en ese momento estaba disfrutando y recordando su escena sin apenas escuchar una palabra de lo que seguía diciendo su padre.
—Es deprimente saber que, dentro de muy poco, él será nuestro líder —masculló Gaby.
Naty no la escuchó ya que se esforzaba por devolverle a Theodore una mirada de odio, aunque sólo pudo acariciar su propio cuello. La mezcla que había preparado Gaby había cicatrizado rápidamente su herida, pero todavía quedaba la marca rojiza de los colmillos de su atacante, la cual se destacaba en su blanquecina piel.
Theodore se pasó la lengua por sus colmillos, como si todavía estuviera saboreando las lágrimas saladas de Naty, o su sangre.
—Ya lo verás —pensó la loba, presionando sus puños con ira— el que muerde último, saborea mucha más sangre...

jueves, 14 de junio de 2012

Capítulo 2 -Tempestades emocionales

—¿Te duele? —preguntó Gaby, esparciendo por toda la herida de su amiga una mezcla de color rojiza de la cual se desprendía un desagradable olor.
—No —mintió Naty. No deseaba demostrar debilidad delante de su amiga, ya que se había humillado bastante con Theodore, así que soportaba todo el ardor que producía aquella extraña mezcla en contacto con su piel— pero me molesta el hedor que emana.
—A mi también, pero después de esto quedarás como nueva —afirmó, sonriendo de oreja a oreja.
Un furioso y poderoso rayo partió el cielo en dos, dando la impresión que el firmamento se abría y una enorme luz envolvía toda la corteza terrestre. Seguido a ello rugió con ira un trueno que similaba a una enorme explosion que destruiria todos los tímpanos de cualquiera que lo escuchase debido a su fuerza.
La lluvia caía como una gran cortina de agua cuyas gotas, gruesas y pesadas, golpeaban con fuerza a cualquier incauto que se hubiera atrevido a estar expuesto al aire libre con aquella terrible tempestad azotando todo el bosque. Además había que sumarle la poderosa ventisca que derribaba arbustos, plantas y hasta árboles sin piedad por los seres bióticos.
¿Y dónde se encuentran aquellas híbridas animal-humanas? Muy sencillo.
La manada de la cual eran parte estaba preparada para tormentas como aquellas. Precisamente aquella tormenta estaba prevista por ellos ya que ocurría una vez al año: la tormenta del príncipe Gilthan. Luego describiré mejor esta tormenta, pero ahora continuaré con nuestras protagonistas.
Como decía, esta tormenta, como tantos otros eventos climáticos (y otros no tan climáticos) estaban previstos, y por eso fueron destinados varios puntos de refugios ubicados en el corazón de las sierras que rodeaban el valle. Eran cuevas cuyas entradas estaban camufladas para que ninguna otra criatura lograse encontrarlas y para evitar que las fuertes tormentas penetrasen en el refugio y afecten a los refugiados.
Es así que tanto Gaby como Naty estaban dentro de uno de los corazones de las sierras, esperando a que el tiempo mejore para poder salir y lograr reunirse toda la manada junta.
—Me preguntó como estará Kegan...  —susurró Naty. Realmente no tenía mucho interés sobre cómo estaba su hermano en ese preciso momento, pero quería hablar de algo para olvidar aquel dolor provocado por la crema curativa que le había aplicado su amiga.
—Seguro que bien —replicó Gaby— todavía es un cachorro, y la manada le entrega suficiente comida como para desarrollarse por completo... aunque dentro de poco tiempo vas a tener que enseñarle a cazar.
—Creo que será mejor que lo haga tu hermana... después del día de hoy siento que tuvimos suerte tan sólo al lograr cazar esa liebre —bufó la loba gris, entrecerrando sus ojos. Deseaba que el día terminase cuanto antes para poder relajarse y olvidar su humillación.
—Sommy también tiene su vida, no lo olvides... ella ya cumplió con su deber de enseñarnos a cazar, pelear y a subsistir en el medio del bosque —le recordó su compañera con voz de reproche, haciendo acompañamiento con un leve movimiento producido por sus orejas marrones— ella también debe alimentarse, además de que está a una edad pronta para poder reproducirse.
—¿Está con deseos de criar a un cachorro?
—Si, al parecer quiere tener a un pequeño guerrero que pelee por su manada y que sea el mejor... además, ya ha encontrado a su "tercera pata" y está muy enamorada.
Tercera pata era para ellos una manera común de decir "encontraste a tu lobo, el cual alimentará a tus cachorros y te hará feliz". Se dice de esa manera ya que ellos, al caminar con sus dos piernas, creen que la pareja que los acompañe será tan funcional y práctica como una tercera pata, y les permitirá crecer y volverse más fuerte para toda la manada.
—Está parando —anunció uno de los refugiados que se había asomado al sentir el soplido del viento disminuyendo su fuerza.
Todos los que se encontraban allí dentro se pusieron de pie y se tomaron de las manos. Cerraron sus ojos y luego, todos juntos, aullaron con todas las fuerzas de sus entrañas formando un solo aullido que vibró por toda la sierra. En ese momento, otras sierras también vibraron, dando la señal de que los otros miembros de la manada estaban haciendo lo mismo en ese preciso momento.
—Gracias, Madre Naturaleza, por permitir que Gilthan nos mande una vez más su milagroso don —dijo un lobo muy anciano, de mirada cansada y blancos cabellos.
Se soltaron y todos salieron del refugio. La lluvia se había detenido y solamente eran los rayos únicos testigos de aquella tempestad... claro, también lo eran todos los árboles, arbustos y demás vegetaciones que había sido arrancados de cuajo y derribados con salvajismo.
—Esta vez la tormenta de Gilthan se ha atrasado un poco, ¿verdad? —preguntó Naty por lo bajo.
Gaby asintió.
—Al parecer algo no marcha bien... la Madre Naturaleza nunca hizo esto... creo que los impuros y los oscuros salieron de las tinieblas y vuelven a las acechanzas... —agregó.

jueves, 31 de mayo de 2012

Capítulo 1- Pequeños problemas

—¡Naty! —exclamó Gaby, lanzándose sobre aquella cosa con el fin de apartarla de su amiga. Por desgracia, ese animal se la quitó de encima dándole una patada que la empujó contra un árbol.
Naty se revolvía y, defendiéndose dando manotazos, trataba de quitarse de encima a aquel enemigo que resistía todos sus golpes y que apretaba cada vez más su mandíbula, perforando la piel y entrando en contacto con la sangre que manchaba sus colmillos de un oscuro color rojo.
Gaby se incorporó rápidamente y volvió a lanzarse contra la criatura y en esta ocasión logró derribarlo y quitarlo de encima de su amiga, la cual recuperó sus fuerzas y esperanzas al no sentir más unas enormes fauces que le abrían la arteria.
Mientras tanto, la pelirroja se había quedado de cuclillas en el pasto, analizando a su enemigo por completo: era de su misma especie, sólo que era macho; sus orejas y cola eran más claros que el color de la arena de playa y su cabello era tan rubio como el brillante sol en pleno mediodía.
Ella lo reconoció y reaccionó tarde cuando él se le arrojó encima y, con una sola mano, comenzó a presionar su cuello con mucha fuerza. Un gemido ahogado se escapó de los labios de la muchacha mientras luchaba en vano para quitarse al atacante de encima y recuperar algo de oxígeno.
Naty, ignorando por completo la herida se lanzó hacia aquel imbatible enemigo con el propósito de devolverle la mordida, vulnerarlo y, a la vez, salvar a Gaby. Por desgracia, éste era ágil y fuerte y, con un rápido movimiento, aprisionó con su otra mano libre el cuello de ella y le presionó con fuerza. Instantáneamente, Naty cayó al suelo y comenzó a revolverse, tratando de vano de escapar y ponerse a salvo. Debido a que la mordida había sido tan poderosa, con este nuevo dolor sintió como si le estuvieran desgarrando el cuello y toda su sangre regara el pasto, haciéndolo crecer con el caliente néctar rojo que salía en grandes cantidades.
Esto era muy superior a lo que podían soportar, ambas estaban seguras de su próxima muerte. Naty no resistió mucho el dolor y, como última acción, solamente pudo derramar varias lágrimas que se deslizaron por su mejilla y cayeron sobre la mano del agresor. Un ligero apretón más y ya eran cadáveres.
Mas eso no pasó. De hecho, aquel enemigo aflojó su presión y liberó a ambas chicas. Inclinó la cabeza para atrás y una gruesa y cínica carcajada escapó de sus labios como el poderoso rugido de un león. Con suma delicadeza, pasó la lengua por su propia mano, saboreando las saladas lágrimas de Naty que habían caído sobre ella cuando la estaba torturando.
—Lástima, has llorado y arruinaste el momento... —murmuró con soberbia y diversión— creí que te resignarías a una muerte digna, pero has llorado como un cachorro recién nacido y eso no puede permitírselo a un lobo bien desarrollado y apto para cazar...
—Cállate... Theodore... —gruñó débilmente Gaby. Debido a la presión que fue ejercida en su cuello, tenía una tos muy fuerte que le obligaba a dar grandes bocanadas de aire para recuperar su oxígeno.
—... entonces la próxima vez que salgan a cazar debo pensar que se convirtieron en cadáveres —rió— no pueden defenderse ni de un cachorro de perro salvaje... ¿por qué no le piden a sus papis que lo hagan por ustedes, así vuelven a revolverse en el lodo y a jugar a morderse las colas como los cachorritos recién nacidos?
—¡Cállate, imbécil! —rugió Naty ahogadamente. El grito hizo que su garganta vibrara con fuerza, lo que provocó un dolor agudo en la zona en la cuello y que salieran más gotas de sangre de la herida. Sus ojos centellaban por las lágrimas y por eso bajaba su mirada... a pesar del intenso dolor que le carcomía todos los miembros de su cuerpo, nada le afectaba más como la humillación de mostrar sensibilidad delante del enemigo.
Theodore se incorporó y clavó una mirada fría sobre ella, quién trató de esquivarla mirando cómo Gaby se recomponía y se ponía de pie.
—Trata de ser dócil porque pronto dependerás de mi... —masculló en voz baja, con tanta soberbia que parecía ser un ejemplo perfecto para destacar de aquel pecado capital— intenta ser un poco más sumisa para tu futuro líder...
Naty iba a responderle con toda la furia que le podía albergar el corazón, pero Gaby la miró resignada, como si quisiera decirle: <<Olvídalo, insultándolo no lograras nada...>>.
Theodore soltó una risita suave y burlona que crispó los nervios de la loba gris, aunque ella resistió con dignidad y se levantó del suelo con el mismo honor que una combatiente que ha dado todo por sus creencias y pasiones y que está orgullosa por ello.
El molesto y orgulloso muchacho dio media vuelta y se alejó trotando con tanta rapidez que ya no había ni rastro de él en el horizonte del valle.
—¿Por qué me trata así si no soy su enemiga? —preguntó, tambaleante y casi desfallecida. La sangre que había perdido no era mucha, pero tenía un dolor sordo que surgía del cuello y le dejaba paralizado gran parte del cuerpo.
—Olvídalo... —cortó Gaby, negando con la cabeza— vamos, la tormenta se avecina y debemos encontrar pronto nuestro refugio... en el camino tomaremos algo de hierba y hojas de coa y lino rojo y curaremos rápidamente tu herida...
Esbozándo una débil sonrisa, Gaby rodeó con su brazo a su amiga y le ayudó a avanzar hasta el camino que las guiaría hacia el refugio...

viernes, 25 de mayo de 2012

Inicio~

—¿Estás preparada para la emboscada? —preguntó una voz femenina, en un tono tan bajo que era casi inaudible.
—Completamente, espero tus movimientos —respondió otra voz del mismo género, en el mismo tono.
El sol brillaba con todas sus fuerzas intentando hacer llegar sus rayos hacia la tierra, pero imposibilitado debido a las grandes nubes grises que lo tapaban. El clima, el olor a rocío que emanaba del bosque y la humedad que se pegaba a la piel daban suficientes indicios como para poder predecir que pronto caería una poderosa tormenta. Los árboles eran enormes e imponentes, deseosos de poder tocar el cielo con alguna de sus numerosas ramas y llegar a las nubes para poder absorber todo el agua del cual están hechas. Los arbustos eran lo suficientemente grandes como para poder ocultar un vehículo, pero la mayoría tenía espinas de varios centímetros de grosor que se incrustaban en la piel, perforándola y causando un terrible dolor. Los pastos eran altos y de un intenso color verde, lo que podía permitir a los animales camuflarse para poder protegerse de los depredadores o para poder cazar.
En el medio de aquella escena había una liebre de pelaje marrón, grandes y agudas orejas y dueña de unas grandes y veloces patas que le permitían correr muchas llanuras sin cansarse. Estaba completamente quieta, como paralizada, debido a que había percibido un delicado y suave sonido. Eso solamente podía significar una cosa: depredadores. Comenzó a olfatear prudentemente el lugar, intentando percibir algún olor que le indicase peligro o que le pudiera dar desconfianza, pero debido a que era primavera, las flores de los árboles habían inundado todo el bosque con sus perfumes, haciendo que estos oculten cualquier olor irradiado por algún animal. Por eso, la liebre volvió a moverse y a mordisquear algunos pastos que veía atractivos para degustar.
Desgraciadamente, la liebre se equivocó: algo merodeaba cerca de ella, con intensiones de devorarla.
Ella daba pequeños saltitos nerviosos, comiendo un poco de cuanto vegetal se le cruzaba en el camino sin percatarse que algo se acercaba sigilosamente hacia ella. Se movía con mucha lentitud, pero con seguridad y con la satisfacción de estar pronto a degustar la deliciosa carne que pertenece a aquel roedor.
Cuando estuvo suficientemente cerca, aquel depredador saltó y calló sobre la liebre. Ésta trató de correr y de refugiarse, pero aquella criatura ya había atrapado entre sus fauces su cuello y le clavaba con fuerza sus colmillos para matarla, mientras saboreaba algunas gotas de la sangre oscura y espesa que brotaba de aquella herida que crecía y que dejaba vulnerable a la liebre. En ese momento otra criatura saltó sobre el roedor y clavó sus colmillos sobre una de sus patas, dejando al animal sin esperanzas para seguir viviendo. La liebre dejó de resistirse y, dando un gemido profundo y melancólico, murió.
Aquellas criaturas no soltaron al animal a pesar de que ya estaba muerto, sino que lo mordieron con mayor fuerza. La criatura que había atacado en un primer momento, abrió más la herida del cuello y comenzó a beber la sangre del animal... aquella sangre roja, espesa y deliciosa que calmaba hasta la más poderosa sed y que cualquier depredador desea para poder satisfacer su apetito. La otra criatura hizo exactamente lo mismo, aunque como en las patas no había mucha sangre en comparación con el cuello, se rindió y comenzó a arrancar pedazos de carne y a masticarlos, sin importarle saborear el espeso pelaje de la difunta liebre. La criatura primera pronto pronto adoptó la iniciativa de la segunda y comenzó a saborear la carne del animal.
En pocos minutos lograron pelar los huesos del roedor.
—Exquisito... —murmuró una de las criaturas, saboreando sus dedos tintos en sangre— hacía mucho tiempo que no saboreaba algo tan delicioso como esto...
—Hacía mucho que no saboreábamos algo —corrigió la otra criatura, mordisqueando los huesos de la liebre con la intención de extraer algún pedacito de carne que les haya faltado devorar.
—Es cierto... aunque me deprime el pensar que, recomponiendo mis recuerdos, las liebres de antes eran más grandes y su carne era aún más deliciosa... —se quejó la primera, contemplando las nubes grises con molestia. Pronto tendrían que buscar refugio de la tormenta que se avecinaba.
—Si, realmente las cosas estaban mucho mejor antes... —admitió la segunda, lanzando uno de los huesos contra un árbol al darse cuenta de que estaban completamente pelados.
Aquellas criaturas... se miraron deprimidas y nostálgicas: estaban viviendo tiempos muy difíciles. 
Unos débiles rayos del sol se cuelan entre las nubes y permiten obtener una imagen sobre ellas: son humanas... bueno, casi. Son dos humanas en la flor de la edad que llaman la atención por unas enormes orejas que se asoman de su cabeza y de una cola peluda y larga como la de un lobo. Eso... eran como una mutación de lobos combinadas con humanas. Sus dientes estaban desarrollados como si fueran 32 colmillos filosos y puntiagudos que le habían permitido desgarrar el pelaje de la liebre con solo morder con fuerza. Su oído y su olfato están superdesarrollados en comparación con un humano normal... eran unas criaturas fascinantes y desconocidas.
La primera de estas, la que había mordido a la liebre en el cuello, tenía el cabello largo y de color rojo, al igual que el fuego. De su cabeza surgían unas orejas de color marrón, al igual que su larga cola. La otra criatura poseía el cabello largo y negro, con unas orejas y cola grisáceas.
—Será mejor que volvamos a la manada, no vaya a ser que nos den por muertas... —dijo la primera, poniéndose en pie y estirando sus músculos.
—Espera, Gaby, a lo mejor encontramos otro animal...
—Lo siento, Naty, pero si hubiera otro animal no nos hubiéramos metido tan profundo... además, si seguimos caminando es probable que violemos el territorio de alguna criatura y esta se enfurezca con nosotras y...
—Entiendo —interrumpió Naty— no hace falta que expliques...
Dando un salto se levantó y, junto con su compañera, reemprendieron el camino de vuelta a la manada. Caminaban tranquila y felizmente: habían comido y tenían su estómago repleto, algo que hacía mucho tiempo que no sentían. En unos momentos llegaron a una zona del bosque que no era tan espesa como antes, sino que era un valle, donde los rayos del sol aún se mostraban vivos, aunque apaciguados comparados con su típico fulgor.
Ambas observaban cómo el cielo, poco a poco, iba apagando la luz del sol como una vela cuya cera es consumida lentamente por la mecha de fuego, cuando sintieron un sonido a sus espaldas proveniente de unos arbustos cercanos a ellas. Se quedaron completamente quietas y atentas, listas para atacar al tonto animalito que cometió el terrible error de hacerse escuchar.
—¿Aplicamos el mismo plan? —preguntó Naty, relamiéndose los colmillos. Casi podía sentir el sabor de su próxima víctima.
—Por supuesto... —repuso Gaby, inclinándose en cuatro patas lista para salir corriendo y atacar.
—Ese olor, ya lo he sentido antes... es como...
Estaba a punto de descifrar a qué animal pertenecía cuando una criatura que surgió de los arbustos se arrojó sobre ella tirándola al suelo y clavando con fuerza los colmillos en su cuello...